Por todos mis compañeros, y por mi primero.
Suena de nuevo la misma canción en mi cabeza peleona que no quiere dejar de pensar
en ella, un estribillo pegadizo me
remueve la fibra nerviosa, la sensible hace ya tiempo que afloró. Los pies
fríos metidos en los calcetines más cursis que te puedas imaginar, otra vez la
inevitable voz y el punteo de la guitarra retumba casi en mis odios que solo
escuchan el teclado. El teclado del ordenador que está escribiendo la siguiente
historia, historia o ensayo, o reflexión, quizá mejor exflexión, digo
expresión; lo sabíamos los dos, me moría de ganas por volver a escribir y
escribía más que viva que volvería a ganar. ¿A ganar el qué? El tiempo perdido,
perdido o fugado, o desperdiciado; cuando caí en la cuenta de que el tiempo me
acompaña, como la suerte en Navidad, ah no, espera, dejémoslo en que me
acompaña sin símiles ni comparaciones, y es que comparar es lo peor, ¿verdad
que sí?
No te compares nunca con el de al lado me dicen, y yo haciendo alarde
de mi buena educación y obediencia me comparo con todos menos con él. Y a todo
esto, menos es más, y ¿más? ¿es menos? más o menos es lo mismo, yo que sé, y ¿tú? ¿Tú qué sabes? Yo solo sé que se me había quitado la canción
de la mente hasta que he releído el primer párrafo y ahora escribo con rapidez
para no escucharla más, porque no, no quiero, escucho el teclado, la armónica, el
“Pianoman” de Billy Joel, que me ha vencido, derretido lentamente como un hielo
veraniego igual que las otras 479 veces que yo he escuchado, o esa voz me ha
cantado al oído. Hoy no escribo para manifestar nada en particular, escribo por
placer, para jugar con las palabras como niños de infantil en un parque de
bolas, por gusto, escribo para salvarme, por mí, por ti, y por todos mis compañeros ¿No
es magnífico hacer las cosas porque tú quieres?
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